viernes, 28 de marzo de 2014

+ Ya suenan los tambores +

La otra tarde, mientras estaba cerrando las puertas del taller, oí el redoble de tambores. Es un sonido que, para los que vivimos en la parte antigua de la ciudad, resulta familiar. Anuncia la semana santa. Todavía no es hora de que los nazarenos tomen la calle, pero debía ser un ensayo, el primero de este año. Y cuando suena el ritmo cadencioso, lento y sordo de esos tambores, sabes que se habla de pena y muerte. Cada cultura vive el drama del dolor a su manera, pero es un hecho que forma parte de la vida de todos, sea cual sea nuestro origen o nuestro credo.

Me acordé cuando oía ese compás melancólico de un autor del que me habló Coloma hace poco, Santiago Ydáñez. Pintor joven de gran proyección internacional, estudió Bellas Artes en la Universidad de Granada y actualmente vive a caballo entre esta ciudad y Berlín. Se confiesa un "fascinado del barroco" y a menudo utiliza las tallas de imagineros barrocos como punto de partida de su trabajo.

Las obras de Ydánez siempre bordean el terreno de lo oscuro, deforme, doloroso, macabro. Gusta de repetir los temas una y otra vez.  Además, los formatos que utiliza son grandes, enormes a veces, magnificando así la emoción que busca transmitir. Su dominio de la técnica es admirable. Sabe conciliar la precisión con la libertad, la frescura con la riqueza de matices, consiguiendo que sus retratos adquieran una intensidad estremecedora.

Os he adjuntado cuatro obras diferentes, emparejadas entre ellas dos a dos, que condensan a la perfección el trabajo de Ydáñez. Dolor que mueve el cuerpo en las primeras, que mueve el alma en las siguientes. Del llanto al silencio. Un silencio que no puede contarse ni hablarse. Sólo queda el sonido de los tambores.












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