Una de las razones por las que os recomiendo visitar
exposiciones es debido a que el trabajo de los demás es siempre inspirador.
Sintonizamos con otras formas de expresarse, de utilizar los materiales, de
presentar los resultados. Muchas veces no empalizamos con el autor, pero eso
también nos ayuda a elaborar nuestro juicio artístico, como un buen catador de
vinos, que ha tenido que saborear muchos caldos para empezar a distinguir los
aromas y calidades particulares y desarrollar su paladar.
Hace unos meses visité una exposición que estaba realizada
toda sobre papel. El trabajo me gustó especialmente pero lo que más me llamó la
atención fue la forma de presentarlo. De hecho estaba tan excitado tomando
fotos de los detalles del montaje que me olvidé anotar el nombre del autor,
“mea culpa”. Tradicionalmente, el papel se había reservado para los bocetos
preparatorios, que a menudo eran desechados una vez la obra final tomaba forma.
Sin embargo este soporte goza cada vez de más popularidad por diversas razones.
Una muy importante es que ocupa poco espacio de almacenamiento y hoy en día, en
los reducidos pisos en que vivimos, guardar la obra empieza a ser un problema
para los artistas. Además, se presenta en múltiples texturas, permite hacer endidos
y surcos, es la base natural para los collages, fácilmente modificamos su formato al cortar un lado o varios…
Pero el papel tiene un gran inconveniente, y es la
presentación. No deja de ser un soporte humilde, que necesita un acompañamiento
para que luzca en todo su valor. Las pinturas que os presento hoy están
protegidas por metacrilato. El montaje es muy elegante y sencillo. Las obras
adquieren un brillo difuso, matizado. La pureza del papel se preserva en toda
su sencillez. Parece que queda suspendido en el espacio, levitando dentro de
una urna apenas visible.
Como dice el refrán, aunque la mona se vista de seda… Por
muy elaborada que sea la presentación, no basta por sí sola para dar validez a
la obra. No es el caso que hoy nos acompaña. Los trabajos están muy
conseguidos. Texturas matizadas y superpuestas, colores bien armonizados,
líneas seguras, rasgadas, acompañando planos de color, un universo simbólico
estudiado y personal. Un trabajo de lujo preservado por un soporte ingenioso y
actual, como la obra se merece.
Ah! Un consejo: si trabajáis sobre papel y encargáis
montajes o marcos acristalados para presentarlo, no se os olvide exigir que se
puedan abrir de nuevo para cambiar las pinturas que contienen. Así los podréis
reciclar teniendo el cuidado de trabajar en soportes cuyas medidas se adapten a
los montajes que ya tenéis comprados.
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